¿Agua fría en verano? Beneficios, mitos y precauciones
Con cada ola de calor, surge una costumbre casi instintiva: beber agua muy fría. Pero, ¿es realmente segura esta práctica? La comunidad médica se encuentra dividida ante esta interrogante, y nuevos estudios ofrecen claves importantes para entender cómo afecta al cuerpo.

Algunos especialistas señalan que el agua fría puede ser útil para reducir la temperatura corporal y que, en ciertos casos, se absorbe mejor que el agua a temperatura ambiente. Sin embargo, también hay voces en el ámbito médico que advierten sobre los efectos de los cambios térmicos bruscos en el organismo. Según esta perspectiva, el cuerpo debe hacer un esfuerzo adicional para regular la temperatura interna, lo que podría dificultar la digestión y agravar molestias como las migrañas.
Por su parte, un estudio del International Journal of Clinical and Experimental Medicine reveló que el agua a 16 °C es óptima para prevenir la deshidratación en atletas, lo que abre un debate sobre la temperatura ideal de consumo.
El debate sobre los riesgos reales
Si bien no hay evidencia clara de que el agua fría provoque “cortes de digestión”, sí puede generar molestias puntuales en personas sensibles. También se han documentado casos de irritación faríngea y agravamiento de condiciones como la aplasia.
Aunque no hay consenso absoluto, sí existe una recomendación común: beber agua, pero evitar temperaturas extremas. La hidratación adecuada sigue siendo esencial, y más aún en condiciones de calor extremo.
Más que evitar el agua fría, se trata de moderar su consumo y atender a las señales del cuerpo. Un enfoque equilibrado puede marcar la diferencia entre refrescarse o exponer al cuerpo a un estrés innecesario.