Evidencia ósea: Un hallazgo sin precedentes
Por primera vez, arqueólogos han hallado pruebas físicas directas de un enfrentamiento entre un gladiador romano y un león. El esqueleto, exhumado en 2004 en un cementerio de gladiadores en York (Reino Unido), fue recientemente analizado con tecnología forense avanzada. La investigación, publicada en PLOS One, identificó marcas de mordedura en la pelvis del hombre, compatibles con las de un león africano.

El análisis 3D de la herida confirmó que el ataque ocurrió en vida y que, probablemente, fue causa directa de la muerte. Según el profesor Tim Thompson, antropólogo forense de la Universidad de Maynooth, se trata de la primera prueba osteoarqueológica que respalda los relatos históricos de espectáculos entre humanos y bestias, conocidos como damnatio ad bestias.
Malin Holst, osteoarqueóloga de la Universidad de York, añadió que nunca había visto mordeduras similares en tres décadas de estudio. El cuerpo pertenecía a un hombre de entre 26 y 35 años, de contextura fuerte y con signos de vida marcada por el combate físico.
La ruta de los leones
Uno de los aspectos más llamativos del hallazgo es la presencia del león en la provincia romana de Britania. Transportar un felino desde África hasta el norte de Europa suponía un complejo esfuerzo logístico: jaulas, barcos, rutas militares y mano de obra especializada. Según el arqueólogo John Pearce, esto refuerza la idea de que el entretenimiento romano estaba profundamente enraizado incluso en las regiones más remotas del imperio.
Además del carácter brutal del espectáculo, los expertos creen que este tipo de eventos servía como propaganda política y símbolo de poder imperial. Aunque aún no se ha hallado el anfiteatro romano en York, este descubrimiento apunta a su existencia.
Este hallazgo transforma el conocimiento que se tenía sobre los espectáculos de la Antigua Roma, especialmente en las provincias alejadas del centro del Imperio. La brutalidad de estos combates, antes solo conocida por mosaicos y textos antiguos, encuentra ahora su confirmación en el hueso. Un recordatorio tangible de cómo la violencia también fue un espectáculo imperial, exportado hasta los confines de Europa.