Este 13 de mayo de 2025, Uruguay y el mundo despidieron a José “Pepe” Mujica, quien falleció a los 89 años en su chacra de Rincón del Cerro. Exguerrillero, preso político, presidente y referente moral global, Mujica deja un legado político y humano imposible de ignorar.

De la lucha armada al respeto internacional
Antes de convertirse en presidente (2010–2015), Mujica pasó 14 años en prisión, en condiciones inhumanas, por su participación en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Tras recuperar la libertad en 1985, se integró a la democracia, liderando al Frente Amplio hasta alcanzar la Presidencia.
Durante su mandato impulsó reformas pioneras como la legalización de la marihuana, el matrimonio igualitario y la despenalización del aborto. Apostó por energías renovables y promovió una política de Estado austera, congruente con su estilo de vida modesto.
Una despedida íntima y profundamente simbólica
Enfermo de cáncer, Mujica se retiró progresivamente de la vida pública en 2024. En su última entrevista, pidió no ser más requerido y deseó ser enterrado en su chacra, junto a su perra Manuela. Su esposa, Lucía Topolansky, lo acompañó hasta el final.
El actual presidente Yamandú Orsi —su delfín político— encabezó los homenajes. Líderes mundiales y ciudadanos de diversos países han expresado su pesar ante la pérdida de una figura que trascendió ideologías y fronteras.
José Mujica no fue un político común: fue un hombre que vivió con coherencia, defendió sus principios con valentía y dejó una huella profunda en la historia contemporánea. Su legado trasciende Uruguay y representa un modelo ético y humano en tiempos de desconfianza hacia la política.