Dos ciudadanos chinos fueron arrestados en Estados Unidos tras ser acusados de ingresar ilegalmente un hongo letal al país. Las autoridades consideran el hecho como un potencial acto de agroterrorismo, avivando la tensión ya existente entre Washington y Beijing en temas de seguridad, espionaje académico y control fronterizo.

Fusarium graminearum: la amenaza biológica
El hongo involucrado, Fusarium graminearum, provoca la “pudrición de la espiga”, afectando cultivos clave como trigo, maíz y arroz. Esta plaga agrícola ha generado pérdidas globales millonarias, además de representar riesgos para la salud humana, como vómitos, daño hepático y efectos reproductivos.
Los acusados, Yunqing Jian y Zunyoung Liu, habrían introducido el patógeno por el aeropuerto de Detroit, vinculandolo con investigaciones en la Universidad de Michigan. Jian confesó haber recibido financiamiento del gobierno chino y mostró vínculos con el Partido Comunista Chino, lo que intensificó la gravedad del caso.
El FBI también halló comunicaciones sospechosas en dispositivos electrónicos y documentos que respaldan su implicación. Ambos enfrentan cargos por conspiración, fraude de visado, declaraciones falsas y contrabando de materiales biológicos no autorizados.
Estados Unidos endurece postura ante espionaje científico
El Departamento de Estado declaró que no permitirá que China utilice universidades estadounidenses para fines de espionaje o robo de propiedad intelectual. Como respuesta, Estados Unidos inició una revisión masiva de visas estudiantiles para ciudadanos chinos, cancelando permisos en universidades como Harvard.
China respondió calificando las medidas como discriminatorias y “motivadas políticamente”, asegurando que se vulneran los derechos de sus estudiantes y se dañan los lazos educativos bilaterales. Además, advirtió que estas decisiones podrían afectar gravemente la cooperación científica internacional en el corto y mediano plazo.
Este incidente no solo evidencia los riesgos del agroterrorismo biológico, sino que pone en jaque la confianza entre dos potencias globales. Con la ciencia como nuevo campo de batalla, la diplomacia y la seguridad nacional chocan en una era marcada por la desconfianza mutua. El caso plantea la necesidad urgente de reforzar las regulaciones internacionales sobre bioseguridad y vigilancia académica sin comprometer el intercambio científico global.