Friedrich Merz fue investido como el décimo canciller de Alemania tras una tensa jornada en el Bundestag. Su elección, marcada por un inédito fracaso en la primera ronda de votación, expone la fragilidad de la actual coalición y abre una etapa de grandes desafíos para el país.

Una investidura sin precedentes
Por primera vez desde 1949, un candidato a la cancillería no logró la mayoría absoluta en su primera votación. En la primera ronda, Merz obtuvo menos de los 316 votos requeridos, sumiendo al Parlamento alemán en incertidumbre. Esta situación inédita afectó incluso a los mercados: el índice DAX de Fráncfort cayó un 1.1% en esas horas.
Tras una propuesta urgente de Los Verdes y La Izquierda, se convocó una segunda votación el mismo día. En ella, Merz alcanzó 325 votos. El proceso dejó en evidencia divisiones internas: al menos 18 parlamentarios de la coalición CDU-SPD no lo respaldaron, pese a tener mayoría.
Coalición frágil y desafíos por delante
El nuevo gobierno estará conformado por una coalición entre la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y el Partido Socialdemócrata (SPD). Lars Klingbeil, líder del SPD, ocupará los cargos de vicecanciller y ministro de Finanzas.
Entre los principales retos del gabinete de Merz están:
- Gobernar con una mayoría parlamentaria débil.
- Afrontar una recesión económica en curso.
- Contener el avance de la ultraderecha, con Alternativa para Alemania (AfD) como principal fuerza de oposición con 152 escaños.
El voto secreto en el Bundestag ha generado especulaciones sobre posibles fracturas internas, lo que anticipa un mandato políticamente inestable.
La elección de Friedrich Merz marca un punto de inflexión en la política alemana. La forma en que fue investido y las dudas que dejó reflejan una democracia parlamentaria en tensión. A medida que enfrenta desafíos económicos y sociales, su gobierno deberá fortalecer consensos internos si pretende garantizar estabilidad y credibilidad ante los ciudadanos y el resto de Europa.