Lo bueno del veganismo: salud y sostenibilidad
El veganismo, más que una moda, se ha convertido en un movimiento global respaldado por causas éticas, ambientales y de salud. Estudios recientes revelan que seguir una dieta vegana puede reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes tipo 2 e incluso ciertos tipos de cáncer. Además, su alto contenido en fibra mejora la digestión y el perfil de lípidos sanguíneos.

A nivel ambiental, esta dieta disminuye significativamente la huella de carbono y el uso de recursos hídricos, alineándose con los objetivos de desarrollo sostenible. En países como EE. UU., el número de veganos creció un 600% entre 2014 y 2017, lo que muestra su consolidación como estilo de vida.
El lado crítico: riesgos nutricionales y desafíos sociales
No todo es positivo. Una dieta vegana mal planificada puede llevar a deficiencias de vitamina B12, calcio, hierro, zinc y omega-3, lo que se traduce en riesgos de anemia, debilidad ósea y deterioro cognitivo, especialmente en niños, embarazadas y adultos mayores.
También existen barreras sociales y culturales: dificultades al comer fuera, incomprensión en eventos familiares y la necesidad de una curva de aprendizaje para cocinar y balancear adecuadamente las comidas. Algunos estudios advierten incluso una relación con trastornos alimentarios como la ortorexia.
La dieta vegana puede ser saludable y ética, pero exige una planificación cuidadosa y supervisión profesional. Elegirla no debe ser una decisión impulsiva, sino informada y adaptada a las necesidades individuales. Como en toda elección alimentaria, el equilibrio, el conocimiento y el acompañamiento son claves para que el beneficio no se convierta en riesgo.